En un lugar de Madrid, cuyo
nombre todos recordarían en el futuro como la Casa de Cervantes, falleció hace
400 años un hombre que cambiaría el
futuro de las letras no solo españolas, sino a nivel mundial.
Hablamos, por supuesto, de Don
Miguel de Cervantes Saavedra, mundialmente conocido por ser el autor de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la
Mancha y, por lo tanto, creador de la novela moderna.
Además del Quijote, Cervantes escribió también La Galatea, las Novelas
Ejemplares y Los trabajos de Persiles y Sigismunda, y mostró también interés por
la poesía. No obstante, su gran pasión fue desde siempre el teatro. Tal vez haya que agradecerle a Lope
de Vega que acaparase el éxito en este campo, pues es posible que de haber
triunfado aquí, Cervantes no hubiese tomado la pluma para escribir la que luego
sería su gran obra. ¿Cómo sería nuestro concepto de novela de no ser por
Cervantes y su Don Quijote? Además de
la crítica en clave humorística a las estereotipadas novelas de caballerías,
Cervantes introdujo en su obra algo tan elemental hoy en día como el desarrollo
y la evolución de los personajes a partir de las aventuras vividas. La relación
entre Sancho y Don Quijote, la “quijotificación” del primero y la “sanchificación”
del segundo, son elementos que alcanzan un nivel de profundidad nunca visto
hasta entonces en el género narrativo.
Hoy en día, lectores de todo el mundo disfrutan de las aventuras y desventuras del caballero de la triste figura. El Quijote ha sido traducido a más de 50 idiomas, y podemos disfrutar de lujosas ediciones, ya sea en lenguas más habituales como el inglés o bien en otras tan exóticas como el tailandés.
I. Edición thai con ilustraciones de Gustave Doré |
II. Edición inglesa traducida por Tobías Smollet |
Se dice incluso —aunque no se
sabe con certeza— que el mismísimo Shakespeare leyó El Quijote y escribió una obra de teatro sobre uno de sus
personajes, Cardenio. Cierto o no, este
es solo uno de los elementos que unen a estos dos grandes autores en el imaginario
popular. El otro, más extendido, es el hecho de que ambos murieron en la misma
fecha. Siendo precisos, Cervantes murió
el 22 de abril y fue enterrado el 23, y Shakespeare murió el 23 de abril, pero
según el calendario juliano, que se correspondería con el 3 de mayo del
gregoriano. Aun así, tomémonos la licencia poética de decir que este 23 de
abril, Día del Libro, se cumplirán 400 años del fallecimiento de estas dos grandes
figuras de la literatura universal.
Cuatro siglos después celebramos que, pase el tiempo que pase, su obra
sigue muy viva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario