“Los paseos de la circunvalación” ( Les boulevards de ceinture ) es un maravilloso epílogo a las dos anteriores, la historia de Alexandre Serge – nótese de nuevo la figura de un protagonista que en primera persona cuenta la historia – que busca a su padre tras diez años sin verlo. Cuando lo encuentra éste se halla metido en asuntos sucios, turbios -de nuevo el término turbio – propios de la época, las de todas, rodeado de la peor calaña que además, por su condición de Judío, tiene todas las papeletas para ser eliminado, el cabeza de turco que todo grupo humano parece necesitar.
París sigue siendo una fiesta. Entre trapicheos, asesinatos selectivos, delaciones y contrabando, “como si París, Francia y el universo no fueran sino un barrio de prostitutas, un gigantesco burdel a cielo abierto”.
La historia de Serge y su padre es muy peculiar. Serge no lo conoció hasta la etapa de adolescencia. Luego tras trapicheos varios juntos y un desafortunado intento de homicidio del padre al hijo en el metro, acabaron distanciándose y dejaron de verse. No obstante, Serge siente que debe buscar a su padre, preocuparse por él, cuidarlo, aunque éste siquiera lo reconozca. Metáfora perfecta de una sociedad y un contexto – que ¿aún dura?- en el que nadie mira atrás, Francia se desentiende de sus hijos, la cultura en la que éstos se han criado se desentiende de ellos, sin que haya posible espejo donde mirarse. Tiempos turbios. Solo un hombre, de nuevo un hombre, Serge, se negará a olvidar de donde viene, renunciando a todo, incluso al futuro.
Hay dos escenas completamente delirantes. Una, todo el grupo de indeseables en el que Serge se ha infiltrado por el bien de su padre, está cenando bajo un calor insoportable, asfixiantes. Piden platos calientes, la atmósfera es irrespirable, Serge siente que se desmaya, pero nadie alrededor suyo parece inmutarse. Otra, cuando al grupito tiene las horas contadas, y cuando queda poco para “que todo vuelva a ser como antes”, éstos en vez de huir, esperan matando el tiempo con una orgía surrealista, mientras simplemente esperan su hora.
El final es demoledor e inevitable. Que difícil es simplemente continuar. Pero, soy joven, concluye nuestro protagonista, “y más me valdría pensar en el futuro”
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