J. M. Somavilla |
Usted
ha sido oficial de la Marina Mercante, abogado y periodista. ¿Cómo se ha dado
esta evolución que le ha llevado a ser escritor de novelas de ficción?
En
realidad no hubo evolución. El gusto por escribir lo llevaba dentro y era
resultado de un voraz empeño por la lectura. Acariciaba los lomos de los libros
con la fruición con que un niño mira las golosinas del mercado o un joven los
cuerpos de las muchachas que pasean por la calle. Con quince años, me presenté
al concurso literario “Alfonso de Madrigal”, patrocinado por el diario
madrileño vespertino “Informaciones” y quedé finalista con un relato sobre
Salvatore Giuliano, años antes de que el gran Mario Puzzo escribiera su novela
“El Siciliano”. Y pocos años después, al tiempo que dirigía una revista mensual
de carácter marítimo, aprovechando intervalos de descanso en mis tareas
profesionales, obtuve durante dos años consecutivos el premio “Virgen del Carmen”
de la Presidencia del Gobierno y el “Borges” en los Estados Unidos. Pero siendo
cierto que la vocación estaba en mí, no pude desarrollarla plenamente hasta
quedar liberado de responsabilidades profesionales.
Novelas
históricas, thriller, ciencia-ficción, el Camino de Santiago… Entre sus novelas
hay una variedad de temas y géneros evidente. ¿Qué es lo que cree que sus
lectores buscan en los libros que escribe?
Exceptuando
los lectores de Tú echa un pie… y Guía del Camino de Santiago,
que buscan la realidad de la ruta milenaria narrada con cierta ironía —el humor
no es evidentemente ninguna broma, sino el seudónimo de la inteligencia— por
alguien que la haya vivido plenamente, mentiría si dijera lo que opinan los
lectores de mis obras de ficción. Los mayores comentarios que me llegan
provienen de amigos y conocidos por lo que considero que sus críticas benévolas
y sus elogios, vienen contaminados de origen.
No
obstante, creo no equivocarme mucho si considero que me leen porque ofrezco
rigor en la novela histórica haciendo creíbles los personajes —felices o
desdichados que en la vida de un hombre es diferencia escasa— y, como el
ejercicio literario permite la paradoja de consumar revelaciones usando
embozos, la fantasía con la que relleno las lagunas de las narraciones que nos
han llegado de los clásicos. En lo que concierne a los thriller y
ciencia-ficción, posiblemente, y aparte de mantener el interés durante el
desarrollo de la trama y de la variedad de personajes —todas mis obras son
corales—, el lector se identifica con los protagonistas y los siguen a lo largo
de las páginas en busca del final, que el canon obliga a ser sorprendente e
inesperado.
El lado oculto |
Puede
que tenga razón y en mis obras aparezcan con frecuencia personajes que
corrompen normas y voluntades, pero no en la acepción que damos en la
actualidad a la palabra corrupción, tal como sobornar, cohechar a cualquier
persona con dádivas o de otra manera, en cuya actividad se llevan la palma los
políticos. Mis personajes no son malvados por naturaleza sino, como diría
Ortega, a causa de sus circunstancias. Y no es que los ruines, y con ellos la
corrupción, abunden ahora más que en otras épocas, sino que la diversidad de
normas por las que se rigen las sociedades les hace aflorar bajo las formas y
en los lugares más insospechados.
Y,
naturalmente, esta clase de individuos son los que ponen la sal en el
condimento de mis novelas.
Otro
de los temas que le apasiona es el Camino de Santiago. Con Tú echa un pie
adelante y luego el otro ha conseguido uno de sus mayores éxitos de ventas.
¿Qué significa para usted ser un peregrino?
Permítame
una aclaración, la obra que menciona tuvo una tirada de cuatro mil ejemplares,
vendida en su casi totalidad. El mayor éxito de ventas lo tiene la Guía del
Camino de Santiago a pie, de la que se llevan vendidos más de cincuenta mil
ejemplares, lo que para una obra tan especializada y dirigida a un público
concreto no deja de ser un resultado satisfactorio.
En
cuanto a la pregunta: peregrinar por el Camino de Santiago, significa sobre
todo libertad en su más amplio sentido. Libertad, acompañada de humildad,
porque es cuando el hombre andariego con su breve mochila a cuestas,
acometiendo un generoso esfuerzo sin esperar ninguna retribución material, se
percata de su insignificancia y de lo poco que se necesita para vivir en paz.
El Camino consigue hacer pequeño al que se considera grande y hacer grande a
todo peregrino que culmina el reto de llegar a Compostela.
¿En
qué autor o autores ha encontrado usted su mayor inspiración?
En
alguna medida, puedo considerarme discípulo de Robert Graves, Mika Waltari,
Jerôme Carcopino, Allan Massie, Colleen McCullough y Gore Vidal en lo que concierne
a las obras cuya acción tiene lugar en la época imperial de los césares Augusto
y Tiberio, como son El Centurión Pagano y El Denario de Oro; James
Michener, John Grisham, Gary Jennings, Morris West y James Clavell han sido
ejemplos de estilos a seguir en la creación de las novelas El Lado Oculto y
Las Puertas del Tiempo.
Las puertas del tiempo |
Durante
cuatro años fui asiduo asistente cada mañana al parqué de la Bolsa, cuando la
contratación bursátil por internet estaba en sus comienzos y la compra-venta de
valores tenía lugar en los corros y a voz en grito. En ese tiempo tuve
ocasión de casi arruinarme dos veces y otras tantas salir airoso, pero también
de aprender y conocer los vericuetos y el lado oscuro de una actividad cruel
donde la adrenalina se palpaba nada más sonar la campana que ponía en acción
millones de euros y a miles de individuos capaces de enviar al geriátrico a sus
madres por unos apuntes en sus carteras de valores.
Parte
de aquellas vivencias dan origen a la trama de Agente Accidental a la
que doté de un halo fantástico, ya iniciado en mi obra La Tecla Roja, en
homenaje a mis autores preferidos, H.G. Wells, Isaac Asimov, Robert Heinlein,
Larry Niven, Charles Logan y James Blish, los auténticos maestros del género.
Es
un autor prolífico, de eso no cabe la menor duda. Así que es una pregunta
obligada para nosotros la siguiente: ¿podría decirnos algo sobre su próximo
proyecto?
Llevo
tiempo dedicado a culminar una obra que sitúo en el tiempo, para mí el más
interesante del imperio romano, del césar Tiberio, a cuyo personaje le tengo
afecto porque considero que fue un gran hombre que, al contrario que su
padrastro, Augusto, no supo manejar los hilos del agit-prop, y gente que le
odiaba por no recibir honores y prebendas, como Tácito, crearon una leyenda
falsa y maliciosa para hacerle pasar como un viejo pervertido, ruin y cruel. A
la par, trato de concluir una nueva obra sobre el Camino de Santiago cuyo texto
será enriquecido con más de 500 fotografías.
Pero
al ser un autor indisciplinado que lo mismo está dos o tres semanas sin anotar
una frase, como se levanta a las cinco de la mañana y se abraza al ordenata
durante cinco o seis horas diarias, no puedo predecir cuando alguno de estos
proyectos verá la luz. Como dijo el clásico, una novela no existe hasta que no
sale de imprenta.
Si te has quedado con ganas de leer algo de este autor, visita nuestra página.
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